“Se casaron y fueron felices para siempre jamás”, así acababan los cuentos de mi niñez cuando el príncipe y la princesa se casaban. Ya queda lejos el tiempo en el que se esperaba que una mujer se casase y formase una familia y en el que se hablaba con cierta lastima o desprecio de la “solterona”, aquella mujer que por circunstancias o elección no tenía un marido. Los varones solteros tenían cierta aureola donjuanesca y se les presionaba para que sentaran la cabeza.
Como contraste, en el mundo occidental, las cifras de solteros están creciendo constantemente, según una estadística del INE (Instituto Nacional de Estadística) en España el número de solteros de entre 25 y 64 años ha pasado de 4 millones y medio de singles en 1991 a más de 7 millones en 2005, además el Instituto de Política Familiar afirma que para 2011, uno de cada cuatro hogares españoles será unipersonal. De estos 7 millones de personas, cerca de 6 millones son solteros (78%), medio millón son viudos (7%), y un millón más separados y divorciados (15%). En la Europa de los 15, en 2002 ya sumaban 158 millones, según los datos de Eurostat.
Es cierto que no todos los solteros viven solos, ni tampoco todos los que viven solos están solteros, ¿qué están ocurriendo? ¿Por qué ahora tantas personas siguen solteras?
En algunos casos se trata solo de una condición transitoria, los jóvenes deciden formar parejas cada vez más tarde y los que deciden casarse, todavía lo hacen más tarde. No obstante, hay una serie de factores tanto sociales como económicos que propician el aumento de esta forma de vida. Para ciertos grupos sociales la soltería es algo elegido y soportado del mismo modo que se soporta y elige una profesión. Todos conocemos solteros triunfadores y envidiados, en sectores tan diversos como la política, el arte o entre los actores, la anterior ministra Carmen Alborch, la Secretaria de Estado americana Condoleezza Rice o George Clooney por citar solo unos pocos.
Para algunos la incapacidad económica que les produce el bajo poder adquisitivo dificulta poder adquirir una vivienda y formar una familia. En otros casos la búsqueda, por encima de todo, de la realización personal, en su carrera, trabajo o entorno social, les resta tiempo para formar una pareja o hace que tenerla sea un obstáculo. Múltiples razones más, que van desde no tener que rendir cuentas a nadie, no estar dispuestos al sacrifico y entrega que pueden exigir las relaciones de pareja o no asumir responsabilidades extras.
Entre los atractivos de la vida del soltero estarían la autonomía, la flexibilidad para tomar decisiones, mayor capacidad económica, más tiempo para el ocio. Sin embargo también tiene algunos inconvenientes, suelen alimentarse peor, beben más, tienen peores hábitos de vida en lo que a horarios respecta. Algunas estadísticas dicen que los varones solteros mueren antes que los casados y que tienen mayor riesgo de suicidio. En el aspecto sexual, no siempre más equivale a mejor, y aunque pueden disfrutar de más compañeros sexuales, las relaciones esporádicas no les aportan la confianza y la estabilidad necesaria para estar plenamente satisfechos.
Muchos de los solteros, se quejan de que no pueden beneficiarse de las ofertas de viaje de 2 x 1, que el coste de una habitación individual en un hotel es casi el mismo que una doble, de los tamaños familiares de los productos alimenticios en el supermercado y de lo difícil que resulta conseguir una hipoteca y más aún pagarla uno solo. Las cosas están cambiando en este aspecto, cada vez más supermercados ofrecen raciones individuales, algunas agencias de viajes ofrecen viajes para solteros y muchas empresas del sector del ocio hacen de los solteros un valor en alza al que dirigir sus productos.
Es también cierto que cada vez exigimos más del amor y de nuestras parejas, algo que aumenta proporcionalmente a nuestra edad, cuando elegimos pareja a los 20 nuestro nivel de exigencia es muy bajo, pedimos poco más que atractivo físico y cierta simpatía, según vamos acumulando años y experiencias, comparamos y elevamos el listón, haciendo más difícil encontrar a alguien que se ajuste a nuestro perfil adecuado.
Ni todos los solteros son iguales, ni están en esa situación por las mismas razones, algunos están convencidos y satisfechos de su estado, que han elegido por razones profesionales, humanitarias o religiosas. Otros se consideran autosuficientes, completos en sí mismos y no necesitan a nadie, cultivan sus aficiones en soledad. Todavía otros se resisten a cambiar de estado por rebeldía, miedo o egoísmo, no quieren asumir responsabilidades, ni compartir. Además algunos están resentidos o dolidos por relaciones anteriores y no quieren intentarlo de nuevo. Finalmente hay muchos que sufren la soltería como si de una enfermedad se tratase o están falsamente resignados porque su amor no es correspondido.
¿Cómo vivir la soltería de una forma sana?, algunas sugerencias:
- Evita obsesionarte con encontrar pareja, la obsesión aumenta la ansiedad y hace más difícil enfrentarse a las situaciones.
- Intenta crecer como persona y trabaja tu estabilidad emocional, si nosotros no estamos bien con nosotros mismos y no nos queremos, seguramente será más difícil que alguien nos quiera.
- Aumenta las actividades sociales, apúntate a cursos, talleres, actividades diversas, al hacerlo también aumentará la posibilidad de conocer a nuevas personas y encontrar pareja.
- Utiliza con cuidado, las webs de encuentros y las redes sociales, aunque pueden ser una fuente de nuevos contactos, pueden darnos una idea equivocada de las personas y no sustituyen el encuentro tradicional en vivo que proporciona mucha más información.
- Disfruta de todo lo bueno que tienes, más tiempo libre, mayor capacidad económica, más independencia y adáptate de buen grado a una reducción de esos haberes si decides compartir tú vida con alguien.
No olvides que la soltería no tiene porque ser sinónimo de soledad, tal vez la peor de las soledades es la que sientes cuando estás acompañado por la persona no adecuada.
Todos buscamos lo mismo, queremos ser felices, estemos solos o acompañados, nuestra felicidad depende de qué actitud tenemos ante las circunstancias que vivimos y el estado en el que estamos, aunque no siempre podemos cambiar las circunstancias, siempre podemos cambiar cómo las vemos y en qué medida nos afectan.