No hay nada que produzca tanta atracción y apego como el poder, se habla de la erótica del poder. Una de las definiciones de la RAE para erótica es atracción y excitación muy intensa, que se siente ante ciertas cosas como el poder, el dinero, la fama, etc.
El erotismo tiene mucho de fantasía y proyección, no se trata tanto del hecho en sí mismo, sino de la forma en que la persona lo interpreta, algunos psicoanalistas hablan de estructuras perversas cuando se refieren a las redes en las que el individuo se queda atrapado cuando persigue y ejerce el poder, según esa lectura, el poder sería algo perverso.
Cuando hablamos de la erótica del poder, nos referimos a dos vertientes, por un lado a la atracción y excitación que sienten los poderosos al ejercer esa función, que hace que luchen y se empeñen en llegar a la cúspide por el placer que les produce, y por otro lado a la atracción que sienten unos y otros hacia los poderosos, permitiendo que alguien absolutamente anodino, se convierta de repente en objeto de deseo.
El que fuera secretario de Estado norteamericano Henry Kissinger, en su momento uno de los personajes más influyentes del planeta, reconocía que "el poder es el último afrodisíaco". El filosofo Thomas Hobbes, decía “que la primera inclinación natural de toda la humanidad es un perpetuo e incansable deseo de conseguir poder, que sólo cesa con la muerte". Algunos no se detienen ante nada ni nadie con tal de conseguirlo y lo convierten en el objetivo de su vida. El poder se ostenta en cualquier ámbito de la vida, no solo los políticos son poderosos, líderes empresariales, sociales, culturales y religiosos, acumulan y ejercen poder en muchos campos.
Algo que también sorprende, es el proceso de cambio que se produce en las personas que llegan al poder, en España se le ha llamado “el síndrome de la Moncloa”, algo similar sucede en otros países. Coloquialmente, suele decirse que en la adversidad aflora lo mejor del ser humano, ante las desgracias surge la virtud, tal vez algo similar sucede con el poder, aunque en sentido contrario, según los clásicos para conocer el verdadero carácter de alguien hay que darle poder. El historiador británico Lord Acton dijo “El poder tiende a corromper, el poder absoluto corrompe absolutamente”. ¿Es siempre malo el poder? ¿Es posible ejercer el poder de una forma adecuada? No cabe duda que es posible ejercer el poder, no desde una posición de fuerza, sino desde una posición de superioridad moral, de conocimiento o de personalidad. Utilizar la posición de privilegio, para gestionar los recursos de la manera más conveniente para los gobernados, gestionados, dirigidos … que reciben la influencia del poderoso.
En los casos extremos, el poder siembra victimas en diferentes categorías, a lo largo de la historia se han sucedido poderosos de todo tipo y catadura moral, más reciente en el tiempo, se cuenta que Stalin, que ostentaba un poder absoluto, vivía solo, encerrado en el Kremlin, obsesionado por posibles complots, y con las únicas diversiones de bailar en los salones del palacio mientras bebía alcohol.
En la otra vertiente, es bastante habitual encontrar hombres poderosos acompañados de mujeres espectaculares embelesadas por ellos, en el país vecino, el que fuera presidente de la República Francesa hasta hace poco, Sarkozy, hombre hiperactivo, pragmático, resolutivo … con apenas 168 cm y un físico bastante normal, tenía a su lado a la guapa Carla Bruni, la atracción entre ellos era indudable. Se dice que Mussolini, en plena dictadura, recibía en su palacio de gobierno, muchas visitas de mujeres fascinadas por él. En otros sectores, resulta común la alumna que se enamora de un profesor, la adolescente que suspira por una estrella del cine o de la canción, jóvenes, millonarios y poderosos, arrastran a una corte de mujeres entregadas.
A menudo el poderoso crea en su derredor una especie de misticismo, idealización sobre su persona y modo de vida que atrae fuertemente a personas de todo tipo. El poder produce un indudable atractivo, que puede resultar tan legítimo como otros de los motivos que nos erotizan (la belleza, la inteligencia, la bondad, la estabilidad, la ternura, el conocimiento, etc.). En las relaciones de pareja, nos ocurre también, es habitual que nos sintamos atraídos por la otra persona, no solo por su físico o por su personalidad, sino por el poder que tiene, en ciertos casos, los atraídos son personas que sufren algún tipo de debilidad o baja autoestima y ven en el poderoso la fuerza y el estatus que a ellos les falta.
En todas las relaciones interpersonales se producen luchas de poder, nos guste o no, tenemos que aprender a negociar en varios ámbitos de poder o influencia, porque incluso de forma inconsciente ejercemos poder sobre otros. Lo ideal sería que ninguno de los que forman parte de dicha relación, ejerza una dictadura afectiva, física, económica… y que entienda que cada uno ejercerá su influencia en un área concreta, para la que estará más preparado, mientras que el otro lo hará en otro terreno.
¿Qué nos hace poderosos? ¿Dónde reside el verdadero poder? ¿Qué nos resulta erótico? Cada uno tendrá su propia respuesta pero no olviden que “El hombre más poderoso es el que es dueño de sí mismo”. Lucio Anneo Séneca