Frases como estas las habréis oído o incluso dicho vosotros en algún momento, especialmente si sois mujeres. ¿Qué es lo que ocurre? ¿Por qué hombres y mujeres reaccionamos de distinto modo ante la misma situación? ¿Qué hace que a veces seamos tan diferentes?
Lo cierto es que el cerebro masculino y femenino se parecen más que se diferencian y no hay diferencias intelectuales entre hombres y mujeres, no obstante hay algunas diferencias biológicas y hormonales, que marcan la forma de comportarse de unos y otros. Al principio del desarrollo en el útero materno, todos los humanos somos hembras, y no es hasta las 8 semanas de vida, que se empieza a producir testosterona convirtiendo al embrión en masculino.
La neuróloga Louann Brizendine, menciona en su libro sobre el cerebro masculino, las áreas cerebrales donde las diferencias son más marcadas:
Unión Témporo-Parietal (UTP). Es el centro de la “empatía cognitiva”, la zona donde se buscan soluciones. Es más activa en el hombre que en la mujer.
Sistema Neuronal Especular (SNE). Es el sistema de “empatía emocional”, conecta con las emociones de los otros mediante la interpretación de tono de voz, la lectura de las expresiones faciales, etc. Es más amplio y activo en el cerebro femenino.
Núcleo Premamilar Dorsal (NPD). Se encuentra en la parte interna del hipotálamo. Es la zona encargada de la defensa del territorio, la agresividad y el miedo, muy característicos del varón. Contiene circuitos para detectar desafíos territoriales de otros hombres. Esta zona es más grande en el cerebro masculino.
Cortex Prefrontal (CPF). Es el director ejecutivo del cerebro, se centra en el tema que ahora le ocupa, sopesa toda la información y actúa como sistema de inhibición, refrenando los impulsos. Es más grande en las mujeres que en los hombres y también madura en las mujeres uno o dos años antes.
Respecto a la influencia de las hormonas, es la testosterona, el Rey de las hormonas masculinas. La testosterona se mantiene alta en el niño durante los primeros 12 meses de vida, descendiendo luego hasta la pubertad (9-15 años) en la que se multiplican por 20.
En la pubertad, los altos niveles de testosterona marcarán su conducta drásticamente: un gran impulso sexual, mayor agresividad, establecimiento de jerarquías, un deseo de independencia, son algunas manifestaciones del proceso de cambio y maduración que se está produciendo en su cerebro.
Con la madurez sexual y física, la testosterona sigue siendo alta e influye en la necesidad de éxito social y en la búsqueda activa de una pareja.
El cerebro del padre, que está esperando un hijo, experimenta una serie de cambios, descendiendo sus niveles de testosterona y aumentando la prolactina, permitiendo un mayor acercamiento emocional hacia su hijo. Estos cambios se mantienen por lo general hasta que el niño comienza a andar, cuando recupera sus niveles previos hormonales.
Entre los 50 y 60 años la testosterona comienza su declive y baja entre un tercio y la mitad de lo que había sido en la juventud. Aumentan los niveles de otras hormonas como la oxitocina y los estrógenos (típicas de la mujer), que en la práctica hacen, que el hombre sea más afectuoso y más empático.
La masculinidad se manifiesta temprano, en los juguetes y tipo de juegos que eligen los niños, en movimientos más bruscos, mayor actividad física, en la conducta exploratoria y el establecimiento de jerarquías. A través de los años influirá en su forma de entender el mundo, de resolver conflictos, en sus objetivos e intereses.
Y ¿qué decir del cerebro de las partes bajas? La excitación sexual empieza en el cerebro con imágenes y pensamientos eróticos, reforzándose con el contacto físico. Los hombres son muy visuales. Cuando el hombre se excita, el cortex visual envía un mensaje al hipotálamo para poner en marcha las hormonas y circuitos nerviosos que controlan la erección. Aunque el pene tiene voluntad propia y puede activarse sin recibir una orden concreta del cerebro, esta activación es diferente a la verdadera excitación sexual, porque procede de señales inconscientes del cerebro y la medula espinal y no del deseo consciente de tener relaciones sexuales.
A muchos hombres les preocupa su rendimiento sexual y tienen altas expectativas respecto a él, sintiéndose frustrados cuando no obtienen lo que esperaban, afectándoles en su ego. Pudiera deberse a un problema de falta de control, a expectativas poco realistas, tópicos o algún problema psicológico, depresión o ansiedad.
Una queja común entre las muchas mujeres, es que los hombres se quedan dormidos después del sexo, ¿les falta sensibilidad a los hombres? No necesariamente, la responsable sería la hormona oxitocina, que promueve las sensaciones placenteras, y que en el hombre, al ser liberada en el hipotálamo, activa la somnolencia. Curiosamente, en la mujer la oxitocina junto a la dopamina produce el deseo de abrazar y hablar.
Iguales pero distintos, parecidos pero dispares. La clave para el entendimiento mutuo, está en conocer las diferencias y respetarlas, al fin y al cabo estamos obligados a convivir hombres y mujeres en nuestro día a día. Tenemos que tratar con personas del otro sexo en nuestros trabajos, familias, parejas y cualquier acto social que realicemos. La próxima vez que te sorprenda tu pareja, que no entiendas a tu jefe, piensa que tal vez son sus hormonas y circuitos cerebrales quienes están al mando, haciendo que diga lo que dice y haga lo hace.
“Mi cerebro es mi segundo órgano favorito”. Woody Allen.